Miércoles 30 de octubre a las 19:00 horas.
Mientras tratamos de matar el tiempo, antes de que el tiempo nos mate a nosotros, como dice Nacho Vegas, tomamos decisiones arriesgadas, nos equivocamos, le otorgamos concesiones al demonio.
Un joyero con fama de mujeriego, una mujer madura, un jubilado perdido, un ex ciclista profesional, dos escritores y una niña marcada son los personajes que habitan la primera novela de Oscar Sipán.
Se dice que todo el mundo tiene tres vidas: la pública, la privada y la secreta, la verdadera vida. Lo que mostramos a los demás es tan solo un holograma de lo que quieren ver.
Escribir -para él- es como montar un barco en el interior de una botella, un trabajo delicado e íntimo que necesita del líquido amniótico de la soledad. La literatura es un afluente de la soledad, un afluente poderoso que nos aleja de la locura.
Publicar su primera novela ("Rompiendo corazones con los dientes", Edisena, Valencia, 1998) no fue tan gratificante como publicar su primer texto en un humilde periódico literario de Zaragoza, en 1995. Más tarde llegaron unos cuantos premios de narrativa corta y uno de novela, sueños de juventud con la literatura como eje vertebrador de esa irrealidad que es vivir de las letras.
Gusta del relato corto por su intensidad y su perfección. Y no se detiene a pensar si, como tanto alardean los críticos -"esos entes sin rostro, entre lo humano y lo divino, conductores del autobús que lleva a la gloria o al olvido"- es un género menor o no; disfruta y no hay nada más que hablar. Escuchó por ahí una frase que le define. Dice así: "Me gusta la literatura, pero no los literatos. A uno le puede gustar el jamón, pero no tratar con cerdos".
Por eso no escribe para los cerdos que habitan los jurados de concursos literarios ni para los escritores frustrados que consiguieron la plaza en la universidad. Escribe para sí mismo y también para los demás; eso sí, despierto y con los ojos muy abiertos.
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